domingo, 10 de octubre de 2021

La viejita Flora

La viejita Flora. Cortesía de su nieta Isis Cambeiro.





        Cuando tenía casi 13 años caí en una profunda depresión. Se me metió una “matraquilla”, o sea, una idea recurrente en mi mente. Me dio por pensar en la Muerte (Tanatofobia según Google) y en su inevitabilidad lo cual, a mi edad de entonces, no era aceptable ni comprensible para mí de ninguna de las maneras, por mucho que mis amigos y familiares se empeñaran en explicármelo y hacérmelo entender. Con la caída de la tarde me sumía poco a poco en pensamientos fúnebres terribles de los cuales no era capaz de escapar. Fueron días muy tristes para mí y marcaron mi vida para siempre. Mi mente era capaz de mostrarme mi entierro, cómo se veía mi cuerpo en el ataúd, como me introducían en la tumba, como revivía dentro de ella, sin posibilidad de rescate, etc. Tampoco aceptaba que un día mis padres fueran a morir. En fin, todo era terrorífico cuando llegaba la tarde. Y para más sufrimiento, justo en esos días mi padre me compró, con mucho sacrificio (como todo en Cuba desde 1959) y sin margen de escoger para gustos juveniles, unos zapatos carmelita de cuero, tipo Oxford (en Cuba, tipo Amadeo), buenísimos pero para mi gusto “de viejos”, que no hubo manera humana que me los quisiera poner, por más que me insistieran.


        Mis padres pensaron que aquello que me pasaba sería algo pasajero, que pronto lo olvidaría y seguiría siendo el niño alegre y retozón de siempre. Pero aquello se extendió por semanas y hasta meses, hasta que decidieron pedir ayuda médica. Hablaron con mis responsables en el internado en que estudiaba (la Escuela Nac. de Arte de La Habana, ENA) y estos me llevaron a una consulta psiquiátrica de un doctor gordo, con bigote, fumándose un tabaco, con bata blanca y pluma en el bolsillo, que me recibió sentado detrás de una mesa tipo escritorio de abogado, lleno de libros a ambos lados, etc. El doctor me preguntó por lo que me pasaba y yo le expliqué lo mejor que pude. En seguida detectó mi problema. Después de pensar un poco me miró con su cara tipo García Márquez y me dijo tranquilamente:

      –Mira. La muerte es una cosa inevitable. Aquí nadie -óyeme bien- nadie va a quedar para semilla. Todos nos vamos a morir algún día. Lo que te está pasando es que estás cambiando de edad: te estás convirtiendo de niño a joven. A algunos niños les da por jugar demasiado a la pelota, a otros por pintar y a otros, por otras cosas o manías. Pero todos, escúchame bien, absolutamente todos, nos moriremos algún día. Aquí nadie se salvará -y sonrió-  ni siquiera los ricos o famosos.

        Se tomó una pequeña pausa, se tocó un poco el bigote y siguió:

        –Tú lo que tienes que pensar es que cuando llegue ese día, seguramente dentro de muchísimos años, probablemente vas a dar una hojeada hacia atrás al libro de tu vida. Para aceptar la muerte y morir en paz tienes que pensar en “a qué has venido a este mundo”. A este mundo se viene a vivir y a crear, dejar una huella...  Otros pasan por este mundo a sobrevivir, a sufrir solamente, o sea, a comer mierda y eso si es triste.

        Hizo otra pausa, respiró profundamente y mirándome a los ojos me dijo:

        –Piensa en tu realización personal, en dejar huella, en tener familia. Tus hijos y tus obras son los que perduran en el tiempo. Es la única fórmula para la inmortalidad. En eso es en lo que tienes que pensar y hacer. Mira, tómate una pastillita de estas diariamente a la hora del almuerzo, durante un par de semanas para que te tranquilices un poco. Tu verás que eso que tienes se te quita y si no, vuelve y seguimos hablando.

        Salí de la consulta no muy convencido pero con sus palabras en mi cabeza y la receta de la pastilla supongo que antidepresiva. La tomé solo durante 3 días porque al llegar el fin de semana vinieron unas pequeñas vacaciones y sucedió algo extraordinario. En esos días me tocó pasarme dos o tres en casa de mis familiares en el barrio de Los Pinos. Un día, de camino para la casa de mi tía Joaquina pasé por delante de la casa de la viejita Flora. Como siempre, estaba sentada, meciéndose en su sillón de madera, en el portal de su casa. Siempre se alegraba de verme y yo la saludaba.

        –Ven mijito, entra –me dijo ese día con su peculiar hablar rápido y nervioso.

        Abrí la pequeña reja de hierro, entré y me senté en otro sillón junto a ella.

        –A ver, cuéntame. ¿Qué tal la música? –me preguntó.

        –La música muy bien pero yo no y me han llevado a un psiquiatra.

        –¡Ah ¿Síiii?! –me dijo sorprendida– ¿Por qué? ¿Qué te pasa?

        Le expliqué todo lo que me estaba sucediendo y fue entonces que ella, la viejita Flora, ama de casa toda su vida, mujer de pueblo, sin una gran cultura, me dio la fórmula mágica para acabar con mis sufrimientos.

        –Mira mijito, a ti lo que te pasa es que tienes una “matraquilla” metida en la cabeza.

        –¿Cómo? ¿Una “matraquilla”?

        –Sí, esos pensamientos que te vienen a la mente cada tarde y te torturan. Lo que tienes que hacer cuando te vengan a la cabeza es decirle: ¡Pa’llá! ¡Pa’llá! ¡No quiero pensar en eso! Entonces piensa enseguida en otra cosa y ponte a jugar o a hacer algo. Tu verás cómo poco a poco, en unos días, se te quita la matraquilla.

        Así lo hice. ¡Remedio Santo! Ese día, a la hora de la “matraquilla” me pasé todo el tiempo diciéndole a mi mente ¡Pa’llá! ¡Pa’llá! y pensé en otra cosa. A la siguiente tarde igual. No pasaron ni dos días y…¡Se obró el milagro! Me curé sin pastilla. Pero tampoco olvidé los consejos del psiquiatra gordo con bata blanca: Los objetivos de vida que me marqué entonces los sobrecumplí. No obstante, todos los días, entre las 6 y las 8 de la tarde, me entra un ...no sé qué…

                                                    Octubre, 2021

 

 

1 comentario:

  1. Un placer leer sus memorias. A saber cuantos niños con problemas así, no tuvieron la oportunidad y la suerte de coincidir con gente como la señora FLORA. En todos los sitios hay una "FLORA" que puede ayudar, sólo hay que tener la suerte de topar con élla. Un saludo amigo Marcos...RODRIGO CARBALLEIRA...

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