La Escuela Nacional de Arte de La Habana (ENA). Mis recuerdos 1962 - 1970.

La Escuela Nacional de Artes de La Habana, Cuba. (ENA). Mis recuerdos. 1962 - 1970. PRIMERA  PARTE.
Una vista de la Escuela de Artes Plásticas.

ENA 
Vista aérea en conjunto de las 5 escuelas.
    A veces les comento a mis amigos que estudié en la mejor escuela  y con los mejores maestros del mundo: la ESCUELA NACIONAL DE ARTE (ENA) de La Habana, Cuba. Perdonen mi chauvinismo pero lo creo sinceramente, visto lo visto...y algo he visto!
    Esta escuela se inauguró en el año 1962 en las instalaciones del hasta entonces Country Club de La Habana, un selecto lugar para millonarios, con hotel y amplios terrenos dedicados al golf y que al triunfo de la Revolución dejó de serlo.
Entrada ENA 
Entrada de la ENA (antiguo Country Club de La Habana) en 1962.
    La nueva institución era un sueño artístico-educativo de primera magnitud. Dentro de ella se desarrollarían cinco escuelas diferentes: Música, Danza, Ballet, Arte Dramático y Artes Plásticas. Para cada una se crearon proyectos arquitectónicos independientes ubicados en los antiguos terrenos de golf y diseñados por  renombrados arquitectos. Pero los problemas económicos impidieron la conclusión de algunos como la Escuela Nacional de Música que en su proyecto original tenía forma de gusano y en su diseño inicial contaba con un auditorio de casi 1500 butacas y otro pequeño teatro especial para música de Cámara.
    Para ingresar en la nueva escuela como becarios gratuitos del estado cubano, se hicieron pruebas de aptitud por todas las provincias de Cuba, sin distinción de razas ni origen. Mi hermano Jorge y yo tuvimos la suerte de ser admitidos en la primera convocatoria. Teníamos entonces 9 y 10 años respectivamente. Recuerdo que la prueba nos la hicieron en un local que se encontraba detrás del Teatro Amadeo Roldán. El maestro Manuel Suárez fue quien nos examinó. La prueba consistía en un examen de aptitud auditiva y rítmica. Mi padre nos había preparado muy bien. Mi hermano Jorge y yo les cantamos también el Himno Nacional a 2 voces. Mi hermano Jorge obtuvo 99 puntos y yo 98, de un total de 100.
    La nueva Escuela Nacional de Música tenía un régimen de internado. Vivíamos en las casas y chalets, abandonados por familias ricas, que al triunfo de la Revolución en 1959, emigraron fundamentalmente a los Estados Unidos, creyendo que la triunfante Revolución era una cosa de meses...
    Recuerdo el primer día en que ingresamos a la escuela: Junio 13 de 1962. A mi hermano y a mí nos alojaron junto a otros niños en una de las casas abandonadas del reparto Cubanacán  y destinadas a la Escuela. Constaba de dos plantas y estaba habilitada con 2 o 3 literas en cada habitación. Tenía varios baños y conservaban los muebles, incluidos televisores y cocinas eléctricas de sus antiguos dueños. En total éramos alrededor de 25 niños por cada casa, llegados de toda Cuba, incluso hijos de campesinos humildes. Como esa casa existían muchas más. Las de niños tenían una responsable mujer. Les decíamos “tías” cariñosamente. Ellas eran las encargadas de nuestro cuidado durante la semana. Recuerdo a Maria, la negra de formación humilde, que durante algunos años nos cuidó como a sus hijos. También a Josefina...
    La verdad es que a mí me costó trabajo adaptarme y creo que nunca me adapté totalmente al régimen de internado. La impresión personal que yo tenía era que estaba en un orfanato ya que eso es lo que siempre había visto en las películas de TV. Pero esa sensación solo la tenía el primer día de la semana; el resto de los días ni pensaba en eso...Salíamos todos los sábados por las mañanas y regresábamos el domingo a las 10 de la noche.
Los Valcarcitos 
Los Valcarcitos
    Por la mañana y por la tarde recibíamos una especie de papilla con cereal.  A la hora de almorzar y comer (comer y cenar) nos trasladábamos al edificio central; el antiguo hotel-sede del Country Club. En el primer año comíamos con los platos y cubiertos de la valiosa vajilla del hotel.
Comedor ENA Comedor de la ENA en el antiguo Country Club de La Habana
    Al poco tiempo esa vajilla fue sustituida bandejas, vasos y cubiertos más comunes y baratos. El comedor inicialmente se instaló en el salón principal del edificio. Los cocineros y empleados eran antiguos trabajadores de la instalación. La dieta en los primeros años era muy buena y variada. Recuerdo que aprendí a comer cosas que no eran de costumbre en mi casa como el tasajo, la “pata y panza”, la remolacha, el yogurt, los medallones de pescado y otros...
Casas Musica ENA Casas en donde se estudiaba Música
    Las clases de música se impartían en cuatro chalets inmensos de la avenida 146. Uno, creo que el más bonito y moderno, era el llamado “Cocodrilo” en donde se enseñaban clases teóricas  e instrumentos. Enfrente, cruzando 146, donde hoy está el Palacio de las Convenciones, había una casa, también de 2 plantas, en donde se impartían clases teóricas y servía de biblioteca. Al lado había otra casa, en donde se daban clases de instrumentos, sobre todo de vientos. A la izquierda de “Cocodrilo” estaba una casa de estilo más clásico, de 2 o 3 plantas que se llamaba “Humara” porque había pertenecido a la familia Humara y Lastra. Ahí se impartían clases de piano y también estaba la modesta aula de Percusión. Si, modesta porque durante 2 años no hubo instrumentos y solo aprendíamos y estudiábamos en cajas sordas hechas de madera y goma. Más tarde se adquirieron 2 Timbales de una sola llave de afinación giratoria, con parches de piel de venado (por entonces no existían los de plástico), un Bombo de concierto de color blanco y una o dos baterías de la marca Trowa adquiridos en la antigua Checoslovaquia. Los platillos eran casi de latón! Se jorobaban con facilidad.
Pla y Yo Orquesta Enrique Plá y Marcos M. Valcárcel durante una actuación en TV de orquesta de La ENA dirigida por el Prof. Nilo Rodríguez
    El primer director de la ENA fue un señor de apellido Monzón. Casi no me acuerdo de su cara. Creo que estuvo solo un año en el cargo. La primera directora de la Escuela Nacional de Música creo que fue la pedagoga Carmen Valdés o si no el profesor y compositor Nilo Rodríguez.
Coro El Coro mixto de la ENA con el director Oscar Vargas al frente. Año 1963-64 aproximadamente.
    Entre los primeros profesores que recuerdo estaban: Aida Teseiro, Elvira Fuentes y Georgina Ramos en Solfeo y Teoría de la Música. Carmen Valdés, promotora de los Coros y de grupos instrumentales basado en el sistema Orff. Nilo Rodríguez, director de la orquesta y entusiasta organizador. José Maria Bidot, profesor de Apreciación musical. Alicia Perea y Silvia Arrondo, profesoras de piano y colaboradoras de los Coros. Oscar Vargas, director de Coros Guatemalteco que nos enseñó a cantar a 2 y 3 voces y nos acercó por primera vez a la música de los Andes. Fausto García Rivera, profesor de Percusión. Marcos Urbay, profesor de Trompeta. Antonio Linares, profesor de Trombón. Fernando Bencomo, profesor de Trompa. Orestes Urfé, profesor de Contrabajo. Hubo otros que no recuerdo y otros que mencionaré más adelante.
    ¡Y Albertina! Que era una especie de conserje y que siempre fue muy cariñosa con todos.
La Escuela Nacional de Arte de La Habana, Cuba. (ENA). Mis recuerdos. 1962 - 1970. SEGUNDA PARTE.
o 
Orquesta de la ENA durante un programa de TV, en el año 1964 aproximadamente.
En la percusión, de izquierda a derecha: Elisa Escribá, Yo, Ernesto Couto y Enrique Pla.
   
   La vida en la escuela se desarrollaba de Lunes a Sábado. Al principio las clases de Música se daban por las mañanas y las de Enseñanza General por las tardes. Cada tipo de escuela tenía su director. Las clases de Música tenían un horario de 8:00 a 12:00 y las de Escolaridad (así le llamábamos) comenzaban después del almuerzo, a las 2:00 de la tarde hasta las 6:00.
    Por las noches, después de comer se desarrollaban las horas de estudio en las casas – albergues. En cada una había varios pianos de pared en donde, por mutuo acuerdo, los alumnos se turnaban para estudiar. Los de otros instrumentos también estudiaban en cuanto rincón se podía. Por lo tanto, la noche era un hervidero de sonidos en cada casa.
    Por suerte había pocos vecinos en los alrededores y además, las casas estaban bastante separadas entre si. Téngase en cuenta que eran chalets con jardines y casi todas con piscinas, pero estas se mantenían vacías  quizá por precaución con los niños. No lo sé. Y cuando llovía mucho se llenaban de lodo y variados tipos de ranas y sapos. El barrio era oscuro por regla general y tenía su propio microclima, con muchas arboledas y mucha humedad.
    La disciplina en las casas era controlada por la “tía” que cuidaba la casa correspondiente. Entre las legendarias se encontraba Nievecita. Era una mujercita negra, delgadita, pequeña y muy nerviosa, pero tenía una energía a prueba de fuego. La recuerdo siempre vestida de blanco y muy limpia. La casa que ella cuidaba estaba siempre impecablemente limpia y ordenada. También la casa en que vivíamos mi hermano y yo. María, nuestra responsable nos metía en el baño, en cueros, de tres en tres y nos enseñaba como si fuéramos sus propios hijos. Nunca vi golpes ni maltratos. Algún agarrón por los brazos sí, pero con el cariño de una madre. Claro que había alguna más estricta que otra. Nievecita era muy estricta. Todas ellas vivían y dormían con nosotros durante la semana. Los que éramos de la ciudad nos íbamos a casa el fin de semana y los que no se quedaban en la escuela. De vez en cuando iban a sus provincias.
    Otra de las tías legendarias era Gisela. Esta señora imponía un respeto tremendo. Era como un fantasma porque allí donde había un relajo aparecía ella, A CUALQUIER HORA!!! Deambulaba por todo el barrio el día entero, lo mismo a la mañana, la tarde o la madrugada. Le teníamos respeto - “repeto”, decía ella -  y cariño a la vez.
    También recuerdo a María Teresa, una señora mayor con moño en la cabeza, que todas las mañanas nos levantaba de la cama a las 7 y media de la mañana – hora reglamentaria – con una regla en la mano tocándonos por los pies, uno a uno y nos decía muy bajito y despacito: ¡Arriba mijito! ¡Arriba mijito!
    Tuve otra responsable que nos levantaba tumbando, golpeando las puertas de las habitaciones! ¡Arriba, de pié todo el mundo!
    ¿Y que decir de Carmen? Esta señora, También negra, de tipo muy varonil, tengo entendido que había sido sirvienta de una familia que había vivido en una mansión del barrio, parecida o copia de la casa de la película “Lo Que El Viento Se Llevó” También había practicado el tenis y mantenía una musculatura impresionante. Esta mujer era empleada del comedor. Pero era una defensora de todos los alumnos y se daba a querer.
Casa Lo que el viento se llevo2
    ¿Y Luís? A ese si que lo conocíamos bien. Era el encargado de controlar la entrada al comedor (a veces nos dejaba comer doble) y además muy conocedor del golf y el béisbol. En el antiguo Country Club había trabajado como “caddie” (el que lleva los palos y maneja los carritos) del sitio. Este señor era un personaje por su forma de ser, su forma muy peculiar al hablar, con un acento típico del barrio de Marianao, su compenetración con todos los alumnos, niños y mayores. En sus ratos libres lo mismo nos enseñaba los secretos del golf u organizaba equipos de béisbol. Vivía sólo en una casita a la entrada del edificio central. Era un hombre delgado y ya entrado en años, quizá muy mal cuidados. Parecía tener mal carácter pero era todo lo contrario.
    Un día, de noche, estábamos viendo por la TV, en el salón principal del edificio, uno de los clásicos partidos de Béisbol entre EE.UU. y Cuba. Éramos un grupo de 30 o 40 muchachos agrupados frente a la TV. El juego estaba tenso y Luís se ponía de mal humor y sólo sabía decir: ¡Hay que jugar al toque de bola! En un momento del juego el equipo de EE.UU. se puso al frente y Luís apagó el televisor del encabronamiento que cogió. Cerró los ojos, levantó el dedo y nos dijo que nos fuéramos para los albergues. Pero sabíamos que solo era para callarnos la boca y por eso nos quedamos por ahí dando vueltas a ver qué pasaba. A los pocos minutos volvió a encender el aparato y se produjo un “squeeze-play” (jugada sorpresa en Béisbol) exitoso a favor de Cuba. Empezó a gritarnos, cerrando los ojos y apuntando con el dedo hacía arriba: ¡Ya te lo dije, ya te lo dije! ¡Hay que tocar la bola!
    Así eran los primeros empleados de la ENA. Hay muchos más, como los cocineros Partagás, Mario el gordo y Roselló o Pelegrín el repostero. Pedro y Luís, los barberos que nos cortaban el pelo cada 20 días... Los de la enfermería, los mecánicos de las dos guaguas Skoda, Gorrita, el chofer de la “polaquita”etc. Todos ellos hicieron historia en la escuela. Pero las anécdotas son innumerables y quizá otra persona con más tiempo y memoria pueda relatarlas.
Fin de la segunda parte.
Marcos Valcárcel Gregorio, Octubre, 2009.
La Escuela Nacional de Arte de La Habana, Cuba. (ENA). Mis recuerdos. 1962 - 1970. TERCERA PARTE.
    Creo firmemente que las cosas deben valorarse dentro de su contexto histórico y no desde la distancia de los años. Es decir, todo tiene su “por qué” Así trato de recordar estos años y mis recuerdos tratan de ser lo más exactos posibles.
    El nombramiento de Bertha Serguera como directora general de la ENA (no recuerdo el año exacto)  marcó un nuevo rumbo que duró varios años. Para bien o para mal, se instauró una disciplina semi-militar, común en todo el sistema de internado nacional de casi más de cien mil becarios del gobierno. Quizá no era lo más apropiado para una escuela de Arte, pero así fue y repito, no fue exclusivo para la ENA.
    Eso supuso una nueva organización de los albergues, casas o viviendas de los alumnos en pelotones y compañías militares. Recuerdo que nos despertaban a las 7 de la mañana. A las 7 y media había que estar fuera de la casa, en formación militar, por pelotones y compañías. Cada casa o albergue tenía un alumno-jefe de pelotón que se subordinaba a un jefe de compañía, también alumno. Estos eran designados por la escuela.
    Una vez formados en la calle, se pasaba revista y nos trasladábamos, en fila india, al comedor central (el antiguo hotel), a un kilómetro de distancia, para desayunar. Las camas, las habitaciones, debían quedar debidamente ordenadas y recogidas.
    Después del desayuno, en una plaza frente a la entrada del edificio central, se reunían todas las compañías (militares) una por cada especialidad (Música, Danza, Artes Plásticas, etc...) para hacer el Matutino. En ese acto se izaba la bandera al compás del Himno Nacional interpretado por la Banda de alumnos. También en ese momento aprovechaban para dar las consignas del día y ver quién estaba más peludo de la cuenta. Terminado este acto nos dirigíamos individualmente a las respectivas escuelas y actividades.
    A cada alumno se le entregaba a principios de curso dos uniformes completos que incluían botas militares para los varones y zapatos para las mujeres, calcetines y ropa interior. También camisetas blancas enguatadas y abrigos verde olivo. El calzado se reponía cuando se gastaba. Los alumnos del interior del país disponían de lavandería. Esta también se ocupaba de las sábanas y toallas que se sustituían dos veces por semana.
    La limpieza en las casas-albergues las realizaban los propios alumnos según un orden establecido semanalmente. Cada alumno sabía lo que tenía que hacer.
    Estaba totalmente prohibido ausentarse, salir del perímetro de la escuela, durante la semana. Como ya dije en una entrada anterior, los permisos (pases) para ir a casa eran los fines de semana. Por lo tanto uno de los peores castigos era quedarse sin ir a casa.
    Semanalmente, el viernes, se hacía una Corte Militar. Esta consistía en reunir a todos lo alumnos de una compañía y someterlos a un juicio sobre su conducta semanal. Para eso había un sistema de puntos. Si en la semana sumabas más de 10 perdías el pase de fin de semana. Los puntos los imponían los instructores que eran un cuerpo de alumnos designados por la dirección general de la escuela. Si un instructor te sorprendía en una infracción, según el tipo, te ponía un reporte de equis puntos. Todo se juzgaría en la Corte Militar semanal.
    Sobre ese particular hay muchísimas anécdotas. Algunos alumnos eran verdaderos temerarios en el arte de saltarse la disciplina.
    La Corte Militar se desarrollaba en el salón principal del edificio que, todavía hoy,  se encuentra a continuación de la entrada principal. El Tribunal estaba compuesto por alumnos instructores y el subdirector de disciplina de turno.
    Cada alumno tenía un número asignado. Si tenías algún reporte le llamaban por su número:
    -¡710! Llamaban los del Tribunal.
    -¡Aquí! Respondía el alumno.
    -¡Acá! Y el “acusado” se acercaba al frente del Tribunal y se paraba en posición militar de atención. El Tribunal le ordenaba que se pusiera en posición de descanso y procedía a decirle:
    - Tiene Ud. un reporte por llegar tarde a la formación el día 14 a las 7 y treinta de la mañana.. ¿Qué tiene que alegar?
    -¡Permiso para acercarme al Tribunal!
    -Concedido.
    Tras la debida explicación privada “estaba en el baño porque me hallaba descompuesto” el Tribunal decidía: ABSUELTO! Puede retirarse.
    Pero había casos célebres como el de Edilberto Cardoso. No faltaba a una Corte. Siempre estaba convocado, por una causa u por otra. Mi pobre amigo siempre estaba castigado por sus “indisciplinas” Era un tipo rebelde por naturaleza. Estudiaba clarinete y era un muchacho de la provincia de Camagüey.
    Era de esos que le llamábamos “guaposo” por su forma chulesca de vivir y vestir. Edilberto tenía su propia forma de ser. Usaba la camisa del uniforme por fuera de la cintura del pantalón, cuando lo reglamentario era usarla por dentro. Los bajos del pantalón, con filo incluido, los usaba a medio meter entre las botas, cuando el reglamento decía que había que meterlo completo, tipo militar, etc...O sea, un verdadero “guaposo” de la época. Y así se presentaba delante de la Corte todas las semanas, con clarinete en la mano incluido! Y agitando al Tribunal para que lo condenaran rápido, ya que decía que no podía perder tiempo, que tenía que estudiar!
    En otra ocasión a los músicos de la Banda de Música, entre los que me encontraba yo y mi hermano, nos dejaron un mes sin pase gracias a nuestro querido amigo Arturito Sandoval. En pleno desarrollo del matutino e interpretando el Himno Nacional a Arturo se le ocurrió tocar su parte de trompeta del himno ¡en la octava alta del instrumento! Se consideró una falta grave al Himno y a la Bandera. ¡Pagamos todos justos por pecadores!
    Otro alumno ilustre, entre muchos, era mi amigo Andrés Escalona, actual primer contrabajista de la Orquesta Sinfónica Nacional. A este le decíamos Juan Sebastián Bach porque era el rey de la “Fuga” Siempre andaba escapado de la escuela y nunca lo sorprendían!
    Esto era por los años 64 o 65.  ¡Que tiempos aquellos!
    Hoy las cosas ya no son así. La organización disciplinaria hace rato perdió su caracter militar. Eran otros tiempos y quizá desde la distancia de los años todo puede parecer excesivo. Yo no lo voy a  juzgar. Prefiero pensar en las cosas positivas que me ayudaron a ser músico y persona y creo que esta etapa de mi vida fue importante.
    En la próxima entrada trataré de hablar de esas cosas.
Marcos Valcárcel Gregorio, Noviembre de 2009.
La Escuela Nacional de Arte de La Habana, Cuba. (ENA). Mis recuerdos. 1962 - 1970. CUARTA PARTE.
Valcarcitos2
Marcos y Jorge Valcárcel: "Los Valcarcitos" 1966-67aprox.
    
    Con la directora general Berta Serguera también llegó la Escuela al Campo, una actividad en la que todos los estudiantes de Cuba debíamos participar una vez al año. Consistía en ir a trabajar al campo durante 45 días, como parte de una educación integral. Más adelante escribiré sobre esa experiencia.
    Pero la primera actividad extradocente que a mi hermano y a mí nos tocó fue ir a la Escuela Formadora de Maestros de Topes de Collantes, en el centro de Cuba, en pleno macizo montañoso del Escambray, a 300 y pico de kilómetros de la capital. Mi hermano Jorge y yo, junto a otros compañeros y un par de profesores fuimos a preparar un coro de 2 mil voces para la interpretación de una Cantata del profesor y compositor Nilo Rodríguez basada en la “Elegía a Manuel Ascunce” de Adigio Benítez. El coro en ciernes, formado por los estudiantes para maestros, sería acompañado por la orquesta de la ENA, en un concierto programado para una visita que haría Fidel Castro a Topes de Collantes, y que tendría como invitados a los delegados a la Primera Conferencia Tricontinental en el invierno de 1965-66.
    En aquellos días, para subir a Topes de Collantes había que hacerlo en camiones rusos ZIL de guerra, a los que se les llamaba “guarandingas” El trayecto de casi 15 kilómetros demoraba casi una hora.
    Después de tantos años me quedo sorprendido al recordar que ¡yo solo tenía 13 años y mi hermano 12! La verdad es que no sé cómo fuimos a parar ahí y menos a ayudar a preparar un coro tan grande. Pero, para ser justo, recuerdo que Berta Serguera dijo que éramos muy jóvenes para irnos lejos de la escuela y de casa pero... yo se lo pedí personalmente, movido por la aventura.
    Nuestra labor consistió en ayudar a seleccionar las voces y montar la Cantata. Recuerdo el primer día en que llegamos. En medio de aquellas montañas se alzaba un majestuoso edificio blanco que antes de la Revolución de 1959 fue un hospital para tuberculosos. En ese momento era ya la sede principal de esa escuela formadora de maestros en donde estudiaban casi más de 4 mil jóvenes.
    Ahí nos hospedaron junto a los alumnos de la escuela. Mi  padre me había regalado mi primer reloj Poljot ruso. Era dorado, muy bonito y solo me duró el primer día porque me lo robaron en la primera noche de nuestra estancia.
    ¡Ahí estuvimos cerca de 2 meses ensayando y comiendo solo arroz con frijoles colorados, sin ná! ¡Y sin más ná!
    Al mes y medio de haber comenzado los ensayos del Coro, llegó la orquesta de la ENA.
    Los ensayos los realizamos primero en una antigua iglesia y más tarde en un anfiteatro al aire libre, continuo al edificio. Ahí también se celebró el concierto el día señalado. Y por primera vez vi a Fidel Castro en persona. Iba con su gorra militar característica y la barba la tenía roja. Claro, en la TV en blanco y negro de la época se veía negra.
    El concierto quedó bien y esa fue nuestra primera actividad semi-profesional de nuestras vidas. La Cantata pasó a la historia sin penas ni glorias. Solo se interpretó esa vez y otra al cabo de muchos años por la Orquesta Sinfónica Nacional en un homenaje a Adigio Benítez, el autor de la “Elegía” Solo recuerdo su tema principal:
C
    Creo que era lo más bonito que tenía la Cantata, con perdón de nuestro querido maestro Nilo Rodríguez. Quizá éramos muy jóvenes para comprender su lenguaje contemporáneo. Además, los papeles de la Percusión casi nos los tuvimos que inventar. Los percusionistas éramos: Enrique Pla, Elisa Escribá, mi hermano Jorge Valcárcel, alguno más que no recuerdo y Yo.
    Después, a los pocos meses me volvieron a escoger junto a otros compañeros para montar el espectáculo de fin de curso de la  Escuela de Pesca en Playa Girón. Recuerdo que éramos 8. El jefe del grupo era Mediavilla que era el mayor del grupo. También recuerdo a Nereida Matamoros, Lino Neira, Octavio el bailarín, entre otros.
    Aquello fue un tremendo vacilón. Fueron 30 días en los que solo trabajábamos un par de horas por las noches. El resto del día lo pasábamos en la playa. Recuerdo que estaba de moda el ritmo Mozambique y eso fue algo de lo que me encargué de preparar, aunque confieso que aprendí más de los alumnos aficionados que ellos de mí.
    De esa estancia en la escuela de pesca en Playa Girón recuerdo muchas cosas pero hay varias en particular:
  • El fin de semana que pasamos en una goleta, en Cayo Piedra, a una hora de viaje por mar al sur del lugar. Esto fue por invitación del director de la escuela que quería que viéramos cómo aprendían los futuros patrones barcos las artes de pesca en barcos tipo Cárdenas.
  • Comencé a fumar.
  • Las audiciones de Jazz con nuestro amigo Mediavilla al frente. En una de las casas había un tocadiscos de Alta Fidelidad. Escuché un disco de vinilo que se llama “Hi-Fi Drums” con solos del famoso baterista Buddy Rich. Me quedé fascinado con los solos de Batería.
  • Tuve mi primer acercamiento involuntario al sexo. No había yo cumplido los 14 años y una de las chicas de teatro que formaban el grupo, de cuyo nombre y cara me acuerdo, mucho mayor que yo, me arrinconó un día contra una columna y se me restregó, con temblores y como medio loca. Yo, inocente, supuse que estaba enferma de los nervios y así se lo comenté a Mediavilla que era nuestro alumno jefe. Éste, que también era mucho mayor que yo, se empezó a reír y me dijo: “...No te preocupes, que yo sé qué enfermedad tiene ella y eso lo voy a resolver yo...” No sé sí realmente lo resolvió.
Marcos Valcárcel Gregorio, Noviembre de 2009.
La Escuela Nacional de Arte de La Habana, Cuba. (ENA). Mis recuerdos. 1962 - 1970. QUINTA  PARTE.
Bertha Serguera ENA
    Bertha Serguera (la “doctora”, como acostumbraba a llamarla nuestra querida profesora Aida Teseiro) fue la encargada de “meter en cintura” a la joven Escuela Nacional de Arte (ENA)
    En aquellos años era una mujer de unos 40 años, muy elegante siempre, de muy bien ver, o sea, en cubano, ¡Estaba muy buena! Y lo digo con todo el respeto del mundo. Se le veía diariamente por la escuela y era muy respetada por todos los alumnos por su contacto personal con cada uno de ellos. La recuerdo como una persona muy recta pero a la vez muy cercana.
    Con su llegada comenzamos a tener instrucción semi-militar, común a todas las escuelas del sistema de becas en Cuba. Los sábados teníamos clases de arme y desarme de fusiles. Estos eran del tipo Máuser y M52 checo. Se usaban en las guardias nocturnas de los alumnos. También nos enseñaron algo de táctica militar, construcción de trincheras, etc. Pero confieso que nunca llegué a disparar con los fusiles.
Peloton
¡A formar!
    De esta etapa recuerdo con mucho cariño al profesor de coro, el guatemalteco Oscar Vargas. Este había recalado en Cuba por problemas políticos en su país e inmediatamente comenzó a trabajar en la ENA. Formó un coro de niños y otro juvenil. Nos enseño un repertorio universal incluyendo canciones latinoamericanas. Esos coros llegaron a cantar muy bien. Para afinar solo necesitábamos el LA del diapasón. Además, este profesor dejó las bases sentadas en Cuba para lo que sería más tarde la cátedra de dirección coral.
 
    Con el mandato de Bertha llegaron las idas a la Escuela al Campo en la Isla de la Juventud (antigua Isla de Pinos) al sur del archipiélago de Cuba.
    La escuela, completa, incluyendo cocineros, empleados, dirección, se trasladaba hasta Batabanó en autobuses y de ahí tomábamos un ferry o trasbordador hasta la Isla. El viaje duraba cerca de 6 horas por mar. Habían en aquellos momentos 2 ferrys nuevos, construidos en España: El “Jibacoa” y el “Comandante Pinares”. También seguía haciendo sus viajes el viejo “Pinero”  más pequeño.
Palo seco 
Cocina de campaña en la escuela al campo en la Isla de la Juventud (antigua Isla de Pinos)
    El  nombre del primer campamento en que estuvimos era el del mártir de la revolución Frank Pais. Creo que tuvo que ser a finales de 1965. Si recuerdo que parecía un rancho y que dormíamos en hamacas. Trabajábamos en los cultivos de cítricos. Desde abrir los huecos para la siembra, de casi un metro cuadrado, hasta la recogida de las frutas. La disciplina bajo el mando de Bertha era estricta. Por las noches los alumnos se dedicaban a estudiar sus instrumentos.
    Mi hermano se enfermó de Rubéola y fue hospitalizado durante más de una semana en el hospital provincial.
    El segundo viaje, al año siguiente, fue en otro campamento, llamado “La Sacra”. Dormíamos en tiendas de campaña. Y también hicimos lo mismo. La Isla entera estaba llena de cítricos.
    En el siguiente año ya yo no estuve ya que, por fin, mis padres oyeron mis súplicas (nunca me adapté al régimen de internado) y mi hermano y yo dejamos de estar en la ENA y nos trasladamos al conservatorio “Amadeo Roldán”.
    En ese intervalo se produce otra Escuela al Campo a la isla. Según cuentan los que estuvieron, aquel campamento se llamó “La Felicidad” y fue el fin del mandato de la directora Bertha Serguera. Un alumno de arte dramático, ventiañero, conquistó su corazón, aparecieron las melenas en los alumnos y la disciplina se vino abajo. Al término de esta estancia y de regreso a La Habana, fue sustituida por Mario Hidalgo, un veterano del desembarco del yate Granma. Bertha Serguera finalmente se casó con el alumno.
Marcos Valcárcel Gregorio, Noviembre, 2009.

La Escuela Nacional de Arte de La Habana, Cuba. (ENA). Mis recuerdos. 1962 - 1970. SEXTA PARTE.
    Los primeros profesores de la Escuela Nacional de Música integrada en la ENA provenían de un entorno académico clásico y casi ninguno de la llamada música popular. Los profesores de instrumentos eran músicos de la Sinfónica Nacional y los teóricos venían de antiguas academias y conservatorios de corte clásico. De los que yo recuerdo, solo el profesor Fausto García Rivera, de percusión, era músico de la orquesta del show del Hotel Riviera.
    Y naturalmente los primeros programas de estudios estaban diseñados atendiendo al más puro concepto clásico. Había también una primera intención docente, nacionalista, a partir de trabajos de la pedagoga Carmen Valdés que publicó unos primeros folletos creo que, en principio, dirigidos a las precursoras escuelas de Instructores de Arte. También para esas escuelas el profesor Domingo Aragú diseñó quizá, los que se pudieran llamar, los primeros folletos-libros de instrumentos de Percusión cubana en el mundo, con explicaciones y ejercicios técnicos. Así que la nueva Escuela Nacional de Música era un conservatorio al más puro estilo clásico con elementos de cultura cubana pero que no incluía los géneros y tipos de formaciones populares. Téngase en cuenta que en el año 1962, fecha de creación de la ENA, la Orquesta Sinfónica Nacional era la única institución que representaba, con calidad profesional, a  la música clásica, culta, exacta, como quiera que se le quiera llamar.
    Los primeros alumnos de la Escuela Nacional de Música, casi en su mayoría comenzaron sus estudios musicales desde cero. Había algunos contados alumnos que ya vinieron tocando bastante bien sus instrumentos, como por ejemplo, los hermanos Alen, que llegaban desde EE.UU. Pero en los inicios, la escuela tenía un nivel Elemental. En los 2 o 3 primeros años siguientes comenzaron a llegar alumnos que ya tocaban sus instrumentos y como era natural venían del mundo llamado popular, por ejemplo, Arturo Sandoval y Enrique Pla.
    ¿Hubo alguna prohibición explícita en Cuba para tocar Jazz o música popular en los conservatorios de la época? No lo sé, pero mi primer contacto con el Jazz, The Beatles, Blood, Sweat &Tears,  y otros, fue en la ENA. ¿Alguien recuerda la Big Band de la ENA? ¿Alguien recuerda la Charanga Típica de la ENA dirigida por mi amigo Adalberto Álvarez? Para los que no lo saben: existieron.
Charanga ENA
Charanga típica de la ENA
    Para ser sincero, yo nunca sentí prohibición alguna para tocar música popular. Si experimenté opiniones en contra por parte de algún que otro profesor. En mi caso, estudiante de percusión, tenía una atracción especial por la batería, y oía decir que eso era una mierda ¡que yo tenía que estudiar percusión de verdad! y que la verdadera música era la clásica. Eso si lo oí. Era una coacción pero no una prohibición.
    Recuerdo que era la época del Mozambique, con Pello “el Afrocán” al frente y su banda gigante. Era un fenómeno de masas, utilizado políticamente o no pero sonaba por la mañana, la tarde y la noche. Había una profesora que lo odiaba. Pero en algo tenía razón porque aquello no tenía calidad musical alguna y la desafinación era insoportable. ¡Pero era divertido!
    También en el mundo se estaba viviendo el fenómeno Beatles, acompañado de Rolling Stones y Led Zepellin en la vertiente del Rock más duro. En Cuba ya para la época no era posible comprar un LP de los mismos debido a la ruptura y la no-existencia de todo tipo de relaciones con EE.UU. nuestro principal mercado. Solo sobrevivía la radio y las copias piratas en planchas de metal.
    Además, Cuba tenía su propia música popular con una fuerza y un amplio espectro laboral.
    Ya sabemos que sólo existe un tipo de música: la buena y bien hecha. Pero en Cuba (y también en otros países) siempre ha existido la división entre Música Popular y Clásica. Todavía hoy, músicos de ambos bandos siguen debatiendo sobre eso. He oído a músicos clásicos rechazar lo popular y viceversa. Pero también existen los verdaderos, los que juegan a las dos bandas.
    Hace pocos días oí a una amiga decir, a toda voz, que en aquellos días la dejaron sin pase (permiso para ir a casa) dos meses por oír a Juan Manuel Serrat. Son verdaderas exageraciones, por no decir mentiras, que se oyen por estos días. Y lo peor de todo, ¡hay quien se las cree!
    ¿Hubo alguna prohibición para tocar Jazz en Cuba? Sinceramente lo desconozco. Lo que sí sé es que la primera Big Band profesional que vi y oí en vivo en mi vida, fue la Orquesta Cubana de Música Moderna con los maestros Armando Romeu y Rafael Somavilla al frente. Nuestros ídolos eran Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Chucho Valdés y Enrique Pla.
    ¿O quizá el enfrentamiento político y cultural con un adversario tan poderoso como los EE.UU. fue el detonante de alguna directriz que trataba de rechazar todo lo yanqui? Es posible. Eran tiempos en que la joven Revolución cubana, con un mayoritario y casi total respaldo del pueblo se defendía con uñas y dientes de un enemigo agresivo y muy poderoso. Y esa lucha también abarcaba el terreno cultural. Los melenudos, por ejemplo, eran mal vistos. Y el Jazz y el Rock se asociaban con la cultura del enemigo. Cosas de la época.
    Hablando un día con un importante musicólogo español este me comentó que en el mundo hay 3 corrientes o fenómenos musicales que conforman las raíces de la llamada música popular, a escala global: EE.UU., Brasil y Cuba. No sé, pero los músicos en Cuba se han dado y siguen dando por chorros. Y son altamente valorados internacionalmente.
    Lo que sí sé (sabemos todos) es que hay muchos músicos cubanos muy buenos y mundialmente reconocidos entre los más grandes, que desarrollaron sus carreras, en Cuba, en la ENA y en esos años. No lo hicieron a escondidas. Y son muy buenos artistas por su envidiable talento y trabajo, pero también porque tuvieron una educación como Dios manda.
Marcos Valcárcel Gregorio, Noviembre, 2009.
La Escuela Nacional de Arte de La Habana, Cuba. (ENA). Mis Recuerdos. 1962 - 1970. SÉPTIMA PARTE y FINAL.
Marquito joven  Marquito viejo
    Y llegó Mario Hidalgo. Sustituyó a Berta Serguera después de aquel episodio en el campamento “La Felicidad” en la Isla de la Juventud. (La ENA 5 parte)
    A su llegada yo no estaba en la escuela ya que mi hermano y yo les habíamos rogado a nuestros padres que nos permitieran estudiar en la calle, fuera del internado, en el conservatorio “Amadeo Roldán” después de cinco años internados en la ENA. Nos oyeron y así pasamos dos cursos en aquella otra distinguida institución habanera. Pero, como resultado de una reorganización de la enseñanza de la música en Cuba, tuvimos que volver a la ENA para terminar nuestros estudios en lo que se llamó Escuela de Instrumentistas.
    En relación al régimen de internado, fueron mis mejores años en la ENA ya que me vi, con 17 años, en pleno desarrollo de mi adolescencia, con mis primeros amores, con más “calle” y más consciente del por qué de mi futura carrera como músico. Además, recuerdo que constantemente le pedíamos pase a Pancho (director de internado) y este nos lo concedía. Pero también puedo recordar la etapa de Mario Hidalgo, la que yo viví, como una época bastante dura y con muchas contradicciones. Fueron los años 1968 – 1970: Ofensiva revolucionaria y Zafra de los 10 millones.
    Tal parece que después del “relajo” que se armó en aquel campamento de “La Felicidad” en la Isla de la Juventud, Mario Hidalgo entró con instrucciones de apretarle la tuerca a aquellos ‘artistas burguesitos y medio marinconcitos de la ENA’. Y, no recuerdo las fechas exactas, pero en aquellos dos cursos fuimos dos veces, en un mismo año, a la Isla. También durante la Zafra de los 10 millones, íbamos al corte de caña cada 15 días, los fines de semana, a los campos del central Habana Libre. Aquello fue de “Apaga y Vete”!!!
Banda ENA2
Banda de la ENA dirigida por el profesor Marcos Urbay
    Pero también recuerdo que hicimos el primer grupo de Percusión, con los instrumentos prestados de la Sinfónica Nacional gracias a las gestiones de nuestro profesor Domingo Aragú y el entusiasmo de nuestro compañero y colega Rene Vergara Gómez “Tommy”. Recuerdo que en esa época es que tocamos con la banda del maestro Marcos Urbay y la Sinfónica dirigida por el maestro Enrique Gonzáles Mantici. Recuerdo que, entre otras cosas, tocamos el Bolero de Ravel y la Obertura de Don Juan de Mozart.
    Concluyendo, he tratado de resumir en siete historias mis recuerdos más relevantes de la ENA entre los años 1962 a 1970, este último, fecha de mi graduación.
    Pasaron muchas cosas y muchas gentes; mejores y peores, como en todo lugar que se precie de educar a una gran cantidad de personas de toda clase, provenientes de todo el país. No le guardo ningún rencor a ningún compañero ni a ningún director. Con estos últimos nunca tuve ningún problema. De algún cuadro medio si tengo algún mal recuerdo por extremismo.
    Muy a sus pesares, los que seguimos en este mundo hemos evolucionado y creo que para mejor.
    A pesar de las distancias ‘de todo tipo’ seguimos siendo colegas y compañeros de toda la vida. Nuestra Escuela Nacional de Arte (ENA) y su continuación en el Instituto Superior de Arte (ISA) nos prepararon para vivir en este mundo, donde quiera que nos encontráramos. Y estoy muy orgulloso de haber sido fundador de ambas instituciones. Nuestros profesores y empleados de estas escuelas fueron los fundadores de un fenómeno que después se expandió por todo el país. Un fenómeno del cual todavía muchos se preguntan cómo pudo ser en un país pequeño y sin grandes recursos económicos.
    Las cosas han cambiado como todo en esta vida, pero me gustaría que el espíritu y la ética de la enseñanza de esos años perduraran en nuestro país: La enseñanza pública y gratuita con la necesaria selección pero al alcance de todos y sin que prime el ánimo de lucro. Nuestros profesores fueron grandes y no se lucraron con nosotros.
    Un día un alumno mío del ISA me dijo que estaba aburrido de la palabra Socialismo. Yo lo miré y le pregunte de qué parte de Cuba era. Me contestó que de Guantánamo (la última provincia de Cuba) y entonces le pregunté a que se dedicaban sus padres y me dijo que a la agricultura. Entonces le seguí preguntando si sus padres manejaban un tractor y me dijo que no, que sembraban hierba para el ganado...! Entonces le dije que si no fuera por esa palabra - Socialismo- que tanto odiaba, quizá no estuviera en la capital del país con una beca del gobierno estudiando en la mejor institución del país.
    Eran otros tiempos.
    Y entonces ¿por qué te fuiste de Cuba Marcos? Es la pregunta que se suele hacer. Eso es harina de otro costal. Nunca quise irme de mi país pero la vida a veces te pone a prueba y hace veinte años tomé la decisión de emigrar a España, mi segunda patria, después de devolverle a mi país, durante veinte años, lo que gratuitamente me enseñó. El pasaje a España me lo pagué yo.
    Siempre estaré agradecido a mis profesores, mis escuelas y a mi país.
    Nadie nunca me puso trabas.
Marcos Valcárcel Gregorio. Noviembre del 2011.

AQUÍ: Un documental sobre los proyectos de entonces de la Escuela de Artes de la Habana, Cuba. Muchos de ellos no se pudieron terminar.

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1 comentario:

  1. Emociona tener esos recuerdos tan lindos e inocentes , los hemos recibido. Gracias

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