viernes, 25 de febrero de 2022

Kiev 1979

KIEV. 1979.
Kiev, bellísima ciudad. Tuve la oportunidad de tocar allí con el Conjunto Instrumental Nuestro Tiempo, cuando todavía Ucrania pertenecía a la antigua URSS, durante una gira que abarcó otras ciudades soviéticas, entre ellas Moscú. En aquel entonces, sin estar al tanto de la política, Kiev, repito, bellísima, me pareció una ciudad completamente occidental. Me sentía identificado.
Estuve solo un par de días y creo que tocamos en el teatro de la Filarmónica. Recuerdo que las autoridades culturales también nos invitaron a la Ópera, a una impresionante representación de “Jovánschina” de Mussorgsky. Como curiosidad, pude comprobar que en los intermedios los relajados músicos de ópera hacían lo mismo que nosotros en Cuba: jugar a las cartas, ajedrez, dominó, tomando el té o el café.
Teníamos entonces una dieta de 12 rublos diarios para “comer”. Pero esa dieta había que dedicarla también a las ‘pacotillas imprescindibles’ para la familia en Cuba. Entonces, para ahorrar, aprovechaba el desayuno abundante incluido con el hotel, después almorzaba caliente y en la noche comía bocadillos en la habitación. La suerte es que en la antigua URSS, la comida era muy barata. Con 5 rublos podían comer dos personas en el restaurante, por ejemplo, del antiguo céntrico hotel Rossiya de Moscú. Y si te ibas a una Estalóvaya (cafetería popular)  podías comer por 1 rublo.
Pero el primer día en Kiev, almorcé (comí) en el propio hotel. Fue la primera vez que probé el famoso y delicioso Borsch ucraniano, entre otras cosas. Y al siguiente día me pasó una cosa curiosa. Me fui a un restaurante cercano al hotel, por cambiar, y allí coincidí almorzar (comer) con un grupo organizado de turistas norteamericanos. En aquella época eran “el enemigo” aunque en mi fuero interno yo no lo sintiera así, pero ya saben de una frase famosa de la época de la guerra fría: ¡Al imperialismo, ni un tantito así!...
Ellos, los yanquis, se sentaron en una mesa larga contigua a la mía y los camareros les pusieron una banderita norteamericana en la mesa. Y aquí viene el detalle, cosas que pasan sin saber uno por qué: cuando me sirvieron mi comida ¡también me pusieron mi banderita cubana! Yo no la había solicitado pero la verdad es que me sentí muy orgulloso de estar sentado al lado del “enemigo” con mi banderita.
Hoy oro por Kiev y sus ciudadanos. 
Marcos M. Valcárcel Gregorio. 25 de febrero 2022.

  

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