De izq. a der: Jorge, Marcos, Julio Valcárcel y Magaly, una vecina del edificio |
Cuando
mi hermano y yo empezamos a estudiar música, a los 9 y 10 años respectivamente,
mi padre tuvo la brillante idea de comprarnos un piano de uso tipo espineta,
bastante extraño, pero sonaba, que al fin y al cabo era lo que interesaba. Probablemente
fue el único piano en todo el barrio por muchos años. Y ahí en ese piano
tocábamos los fines de semana cuando salíamos de pase del internado en que
estudiábamos: la flamante Escuela Nacional de Arte (ENA). Pero en casa tocábamos
lo que nos daba la gana y de oído. Nuestro repertorio consistía
fundamentalmente de las canciones de los grupos pop de moda de entonces: The
Beatles, Los Fórmula V, Los Bravos, Los Brincos, Paul Anka, etc. Mi hermano
generalmente tocaba las melodías y yo los acompañamientos. Ya saben, tocábamos
para los abuelos, los tíos, los vecinos y todo el que se asomara por la puerta
de casa que casi siempre estaba abierta a la calle.
Uno de
esos días apareció en la puerta de casa una señora de unos 50 años, mulata,
gorda, con una parte de la cara hinchada o deformada, vestida con una bata de
casa de florines barata y vieja, con una jaba de mandados de tela, en fin, un
ama de casa de aspecto bastante pobre. No la conocíamos. Se quedó mirando y escuchando
cómo mi hermano y yo tocábamos el piano. En una parada que hicimos nos preguntó
si podía entrar y tocar el piano. Nosotros nos quedamos incrédulos con la
señora porque no parecía pianista ni maestra, ni nada por el estilo. Le
preguntamos si sabía tocar el piano y nos dijo que sí. La dejamos entrar en
casa, dejó su jaba de mandados en el suelo, se sentó en el piano y comenzó a
tocar. Y todos los que estábamos allí nos quedamos sorprendidos porque aquel
piano comenzó a sonar como si lo tocara una profesional. Creo que lo primero
que tocó fue una canción popular cubana.
–Y Ud.…
¿dónde aprendió a tocar el piano?
–Solita
en mi casa.
– ¿Cómo?
–Sí. En
mi casa del barrio de Marianao todas mis hermanas tocan el piano. Pero cuando me casé ya
vine a vivir aquí en la Habana del Este.
¿Ud.
tiene piano?
–No, por
eso cuando pasé por aquí oí el piano y me entraron ganas de tocar.
– ¿Cómo
Ud. se llama…en qué edificio vive?
–Me
llamo Elena y vivo en el Edificio 13 con mi marido que es albañil y mi hijo.
–Pues siga
tocando si quiere…
Entonces
Elena nos dio casi un recital.
Ella lo
mismo tocaba una Guaracha cubana, un Tango, un Bolero, una canción famosa, un
Vals y lo que más nos llamaba la atención es que tocaba en varias tonalidades
diferentes. Mi hermano y yo, que generalmente tocábamos en tonalidades fáciles,
nos quedamos sorprendidos. Cuando tocaba un Son cubano se acompañaba de acordes
y bajos a contratiempo en la mano izquierda, con tremenda efectividad.
A partir
de ese día Elena se hizo amiga de mi familia y especialmente de mi papá, que en
muchas ocasiones la invitó a tocar en actividades culturales del barrio
organizadas por él. Pero desgraciadamente mi padre no pudo ofrecerle más a
Elena. Ella no podía dedicarse profesionalmente a la música porque solo tocaba
de oído y no era capaz de leer una sola nota de música. ¡Ni falta que le hacía!
Recuerdo
un día, en uno de esos actos culturales que organizaba mi padre, estaba
acompañando a una cantante y yo le dije que la canción a interpretar estaba en
Mi bemol mayor a lo que ella me contestó:
–Mijito,
yo de eso no sé. Que empiece a cantar y yo la sigo…
¡Y así fue! La cantante empezó a cantar y cuando Elena puso
las manos en el piano, cayó directo en la tonalidad. ¡Elena tenía oído
absoluto! ¡Ja Ja Ja! Un fenómeno de músico aficionado.
Pero
Elena siguió su vida junto a su marido albañil y su hijo. Hace muchos años se
enfermó y falleció. Elena nunca pudo tener su piano.
EPD
Elena. Nunca olvidaré sus enseñanzas.