Marco A. Valcárcel Domínguez. (La Habana 1926 - Vigo 2010)
Sobre mi padre se podría escribir una
novela.
Nació en La Habana, Cuba. Desde niño tuvo una vida dura ya que
se quedó huérfano de padre a los 9 años. Su padre fue asesinado por una banda
paramilitar en el año 1935. Entonces, por mediación de amigos, junto a su
hermano Julio, ingresó en la antigua Casa de Beneficencia de La Habana la cual
se encontraba en los terrenos que hoy ocupa el Hospital “Hermanos Ameijeiras”.
En la banda de esa escuela comenzó
sus primeros pasos en la música aprendiendo a tocar el clarinete. De ahí que José
A. Méndez, su amigo del barrio Los Pinos, le pidiera que pusiera en música su
canción “La Gloria Eres Tu”.
Terminados sus estudios generales en
la Casa de Beneficencia, con altas calificaciones, recibió una beca para
estudiar el bachillerato en el entonces prestigioso colegio habanero BALDOR.
Ya graduado, con excelentes
habilidades para la pintura y las artes en general, comenzó a estudiar
arquitectura en la Universidad de La Habana. Pero poco duró, ya que tuvo que
empezar a trabajar en una imprenta en la calle Obispo.
Entonces se matriculó en el Conservatorio
Municipal de La Habana (hoy Amadeo Roldán) en el cual empezó a recibir clases
de percusión del destacado maestro Domingo Aragú.
Mi padre junto a su maestro y amigo Domingo Aragú.
Ya en el año 1948, por
recomendación de Aragú, comenzó a
trabajar en la Banda Nacional de la Policía de Cuba.
BANDA DE LA POLICÍA NACIONAL DE CUBA. Año 1950, aproximadamente Mi padre es el timpanista.
Un día el maestro Aragú le dijo que ya él
no podía enseñarle más nada y le recomendó tratar de recibir clases de Saul
Goodman, timpanista de la Filarmónica de Nueva York y profesor de la Julliard
School.
Ni
Aragú ni mi padre conocían personalmente a Mr. Goodman. Pero mi padre, con su
optimismo innato y una carta de recomendación de Aragú, se decidió a
escribirle, sin esperanza alguna de que este famoso profesor le contestara.
Pero
su sorpresa fue mayúscula cuando Mr. Saul Goodman, conocedor del trabajo de
Aragú como timpanista de la Filarmónica
de La Habana, le contestó personalmente y le ofreció la posibilidad de
participar en un campamento de verano en Deerwood
Camp, con los gastos del curso pagados. Sólo tendría que costearse el
viaje.
En
un principio a mi padre no lo autorizaban en su trabajo de la Banda, pero al
conseguir esta generosa invitación y sabiendo la dirección de la banda de quien
procedía, inmediatamente le otorgaron el permiso.
Y
allá se fue mi padre, en el año 1956, a su primer viaje a Nueva York, sin
apenas conocer el inglés. Hizo una travesía desde La Habana hasta Miami en
avión y de esa ciudad hasta Nueva York en autobús de línea en donde lo esperó
Saul Goodman para llevarlo a Deerwood Camp. La anécdota es que, mi padre, sin
conocer Nueva York se bajó, de noche, en una estación cerca de Harlem. Desde
allí telefoneó a Mr. Goodman. Este le preguntó en dónde estaba:
-I'm in Harlem, contestó mi padre.
-¡Oh, my God! ¡For Christ sake! ¡Tell me
exactly where are you!
-¡Get the hell out of there, for Christ
sake! and take a taxi to my hotel!!...
Mientras esperaba un taxi un mendigo
le pidió una moneda y mi padre se hizo pasar por ruso y le dijo:
-¡TRASCA VIRISKI! – le gritó simulando
hablar como un ruso y no entender.
A lo que contestó el mendigo:
-¡Goddamn Russians!
Y así fue su primera travesía por EE.UU. y su primer encuentro con Saul Goodman.
Mi padre Marco A. Valcárcel y Saul Goodman en New York.
En su primer viaje a EE.UU. mi padre tuvo
la oportunidad de conocer a Saul Goodman, timpanista de la Filarmónica de Nueva
York y también saber de su labor como profesor, músico y constructor de
timbales y baquetas.
Mi padre me cuenta que fue recibido en
Deerwood Camp. con mucha distinción por parte de todos. Ahí se desarrollaron
cursos de verano de distintas especialidades artísticas, durante varios años. Durante
ese cursillo Mr. Goodman escribió una pieza cómica, su “Scherzo for
Percussion”, que dedicó a mi padre. En realidad es un trío sencillo, corto,
pero con mucha efectividad. Goodman quiso que mi padre tocara la parte de
timpani con... ¡un tabaco (puro) en la boca! Mi padre odiaba el tabaco pero este
detalle cómico pretendía identificarlo como cubano.
En clase con Goodman y otros colegas.
Este primer viaje sirvió para construir
una amistad que duró años.
Al año siguiente se repitió la visita pero
mi padre no pudo llegar a tiempo al cursillo por problemas de permiso laboral y
visado. Entonces Mr. Goodman invitó personalmente a mi padre a alojarse en su
propia casa y brindarle clases en la Julliard School of Music. Así mi padre
tuvo el privilegio de asistir gratuitamente a ese prestigioso centro y además,
acompañar a Mr. Goodman a los ensayos de la Filarmónica de Nueva York. Las
clases las recibía lo mismo en la sede de la orquesta o en Julliard.
Recuerda mi padre que después de los
almuerzos en casa del maestro, bajaban juntos al sótano de la casa y se tomaban
un whisky. Después se ponían a ponerle los letreros a sus famosas baquetas de
timpani con un artilugio.
También en ese viaje, de casi un mes, mi
padre pudo conocer los timbales fabricados por Goodman. De ahí que se encargara
un juego de 4 para la Filarmónica de La Habana. ¡Todavía existen!
Yo le he preguntado a mi padre el porqué de
toda esa amabilidad personal de Mr. Goodman con él. Yo sé que mi viejo es capaz
de ganarse la simpatía de cualquier persona en el mundo. Los que lo conocen
saben que no miento. Pero él me responde que cree que Saul Goodman le tenía
mucho aprecio profesional a Domingo Aragú. Aunque nunca tuvieron la oportunidad
de conocerse personalmente, si se admiraban mucho uno y otro. Aragú tuvo
oportunidad de escuchar grabaciones de la Orquesta Filarmónica de Nueva York
pero quizá Mr. Goodman ninguna de la orquesta habanera. Lo que si es cierto es
que algunos famosos directores de orquesta que pasaban por La Habana después
iban a Nueva York y ahí comentaban sobre el gran timpanista mulato cubano.
Quizá esto fue lo que movió a Saul Goodman a brindarle hospitalidad a mi padre,
alumno recomendado por el admirado colega cubano.
Entre los L.P. que mi padre conservaba de su estancia en Nueva York estaba: Mallets, Melody, and Mayhem, Saul Goodman (Columbia). Este disco un día se lo prestó a un amigo y más nunca volvió a tenerlo entre sus manos, lo perdió. Mi padre tuvo un gran disgusto. En años recientes yo recuperé el disco a través de Internet y se lo regalé. De la emoción, mi padre se echó a llorar. Toda su vida se ha sentido muy agradecido a Saul Goodman y también muy orgulloso de haber podido recibir sus clases.
Después de su segundo viaje a Nueva York
la relación de mi padre con Saul Goodman ya se convirtió en una sincera amistad
demostrada en el tiempo.
Corría el año 1958 y la situación en Cuba era complicada por la lucha de los rebeldes en la Sierra Maestra y también en las ciudades. Los policías tenían que cuidar las “guaguas” nocturnas o “confrontas”, como llamamos en nuestro país a las de servicio nocturno. Y a esa misión no escapaban ni los músicos de la Banda Nacional de Policía. Mi padre entonces decidió emigrar a los EE.UU. Para eso contó una vez más con la ayuda del Sr. Goodman. A los policías no les concedían la baja en las circunstancias políticas en que estaba Cuba. Gracias a Saul Goodman mi padre consiguió una carta de invitación para participar en un supuesto curso de verano. Solo así mi padre pudo conseguir la baja de la policía y emprender los trámites para emigrar a los EE.UU. Entonces fue cuando la familia se pudo trasladar a EE.UU. Casualmente nos tocó marcharnos en Febrero de 1959. Ya había triunfado la Revolución y Fidel Castro había entrado en La Habana hacía pocos días.
Se instaló en Miami y buscó trabajo
como pintor rotulista (su otra cuchara, como el decía) y lo encontró en
un taller de pintura llamado MOKA SINGS. Empezó a trabajar limpiando el taller
y a las pocas semanas ya estaba a cargo del mismo.
Valcárceles recien llegados a Miami, febrero 1959.
Saul Goodman y su esposa Lilliam (de ahí el nombre de mi hermana), de visita en nuestra casa en Miami.
En EE.UU. vivimos hasta Junio de 1961. En ese año las relaciones entre EE.UU. y Cuba quedaron rotas y mi padre debía tomar una decisión: O se quedaba en EE.UU. o volvía a Cuba con toda la familia. Como muchos cubanos decidió regresar a su patria. En La Habana tenía trabajo en la música porque se estaba creando la orquesta del Teatro Lírico Nacional y su director y amigo personal, maestro Félix Guerrero, lo invitó a participar en el proyecto como timpanista principal de la orquesta. Así que no se lo pensó dos veces. Además, su amor a Cuba y el nuevo (ilusionante entonces) proyecto revolucionario terminaron por convencerlo. Recuerdo que muchos familiares y amigos le reprocharon llevar a la familia a "sufrir el comunismo". Hasta el empleado de la aerolínea de regreso a Cuba lo cuestionó. Él respondió:
-It's not your business.
Saul Goodman (no sabemos porqué) tampoco le respondió más nunca a sus cartas.
Ya en Cuba mi padre volvió a lo que más le
gustaba, la música, y además se integró en todos los proyectos educativos
que se pusieron en marcha al lado de su antiguo profesor y amigo personal
Domingo Aragú. Junto a él y otros profesores diseñó los primeros planes de
enseñanza de la Percusión en Cuba. Se fundaron nuevos conservatorios por
municipios y a mi padre le correspondió ser director del conservatorio
“Guillermo Tomás” de Guanabacoa, donde promovió importantes iniciativas como
“El Combo Juvenil” en donde participaron siendo niños Frank Bejerano, Jorgito
Reyes, Jorge Rubio, William Sánchez, Pedro Núñez, Delfina Acay, etc. y yo.
También fundó la “Charanga Infantil” Esta labor la desarrolló durante algunos años.
Más tarde fue director de la Escuela Vocacional Nocturna del mismo barrio.
Paralelamente desarrolló su afición por el
teatro y la composición. Escribió varios libretos con música para el teatro
vernáculo, entre ellos “El Amor Nació en la Plaza” y “El Coche de Malanga”
ambas estrenadas en el teatro Martí de La Habana.
Recuerdo que habiendo yo terminado mis
estudios e incorporado a la plantilla de la Orquesta Sinfónica Nacional, integré,
junto a otros compañeros, la comisión nacional para la elaboración de los
programas de estudio de la Percusión en Cuba. Esta comisión la dirigió
fundamentalmente mi padre, siempre con la supervisión de Domingo Aragú, y en
sus trabajos se establecieron por muchos años las pautas a seguir en esta
especialidad. Hay que decir que toda esta labor se realizó de forma voluntaria
y desinteresadamente. El tiempo y los resultados de este trabajo aún tienen sus
frutos. Sentaron las bases para el constante desarrollo de la Percusión en Cuba
cuyos resultados son innegables a nivel mundial.
Ya retirado, su segunda familia junto a la
profesora de piano Juana Mora, se trasladó a Vigo, Galicia, en donde tuvo
oportunidad de desarrollar otras soñadas habilidades.
Valcárceles en Valencia, España..
Hay muchísimas anécdotas que harían muy
largo estos escritos que solo quieren rendir un homenaje a quien creo que lo
tiene bien merecido. Un día le pregunté que por qué había regresado a Cuba si
después de 2 años y medio en EE.UU. había conseguido su casa, su coche, su
estabilidad, etc. Me contestó que la inseguridad laboral, su carrera musical,
su amor a Cuba y el nuevo proyecto revolucionario le convencieron. Además me
dijo: ...quizá también los libré a Uds. de la guerra de Vietnam…
En fin, mi padre, músico, percusionista,
pintor, profesor, compositor, director de escuelas y proyectos, bohemio y
“jodedor cubano” creo que merece un lugarcito en la historia de la música en
Cuba. Pero en fin...yo soy su hijo!
Marcos Valcárcel Gregorio. Octubre de
2009.
* Mi padre falleció en Vigo, España, el 17 de Octubre de 2010.
Yo estaba a su lado y les puedo decir que se marchó tranquilo, en paz consigo
mismo y con todos.
Esto se escribió un año antes.
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