50 años y antes que termine el año. (2020)
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De izq. a der: Maestro Guillermo Cortina, Marcos M. Valcárcel, Ramón Cancio, Amalia Marín, Efraín Amador y Alfonso López. |
Hace unos meses, mi hermano Jorge, casi de mí misma edad, me
recordó que en este año 2020 se cumplirían 50 años de nuestro primer trabajo.
Se dice rápido... ¡cuántas cosas!
Empecé a trabajar en noviembre de 1970 en la Escuela
Provincial de Arte de Camagüey a donde me enviaron a cumplir mis tres años de
Servicio Social con un primer sueldo: 132,15 pesos (la mitad de uno normalito
de la época)
Me vinieron a la mente mis primeros compañeros de trabajo:
Alfonso López (EPD), Ramón Cancio, Efraín Amador, Amalia Marín, Raimundo
Orozco, Jose Villa, Danilo Hernández y Evelio Lecour (estos últimos A.
Plásticas). Los profesores Humberto “Nené” Zaldívar: trompeta y director de la
Escuela de Música; Nelson Betancourt: trompeta; Nelson Florat: trombón; Rafael
Cos: percusión; Alfonso Morán: clarinete; Martínez: clarinete y saxofón; Pedro
Luis: trompa; Manuel Wambrú: flauta; Gabino: oboe, Orta: solfeo y el viejo
Licea: portero. Además, los trabajadores de la escuela: Juventino el director,
Rodolfo: jefe de internado, La China: Cocinera; Mario: Cocinero. No me gustaría
olvidar a nadie...
También me acordé de cuando me mandaron a pelar y cortarme
la barba porque mis alumnos del internado me imitaban; de cuando me quedé sin
zapatos y estuve un mes con unos prestados; de la escasez de cigarros; de mi primera
aula con un cacho de batería Trowa y unos timpani coreanos rotatorios de hierro
¡casi hechos a mandarriazos!; mis viajes a Santiago de Cuba en el Il 14
soviético, y ¡cómo no! de mi primer y malogrado gran amor, ¡Conchita! y su tía, etc.
También recordé a muchos de los primeros alumnos ¡que me
sufrieron!, algunos de los cuales hoy son grandes músicos.
Pero tengo algunos grandes recuerdos: Mis compañeros y
colegas, el entrañable Rafael Cos y Carlos de La Fuente. Este último, junto a
su esposa Doris, me acogieron en su casa casi cada domingo.
También de Alfredito, fundador del Lágrimas Negras, del
Casino, del estadio de béisbol “Cándido González”, en fin.
Y también quiero acordarme de alguien muy especial para mí:
el maestro Jorge Luis Betancourt que me brindó la oportunidad de tocar en su
incipiente Orquesta Sinfónica de Camagüey. Recuerdo como la construyó casi
desde cero, con pocos recursos, con su sabiduría y tesón.
Una pequeña anécdota para terminar:
Comíamos muy bien, pero vivíamos muy mal, alojados en un
sitio con mucha humedad y a punto de derrumbe. Protestamos. Entonces un día,
mientras echábamos una siesta en nuestras literas, en paños menores, recibimos
una visita sin aviso previo: ¡el mismísimo ministro de Educación Belarmino
Castilla acompañado por el “celebérrimo” (para algunos, el mismísimo diablo)
Mario Hidalgo!, director de la ENA y autoridades de la escuela. Nos saludaron,
miraron todo, se despidieron y en los 2 años que estuve allí, nada cambió. ¡Ja
Ja Ja!
Después de 50 años: ¡Gracias por todo, Camagüey!