viernes, 11 de agosto de 2023

 


50 años y antes que termine el año. (2020)

                      

   De izq. a der: Maestro Guillermo Cortina, Marcos M. Valcárcel, Ramón Cancio,                                           Amalia Marín, Efraín Amador y Alfonso López.





Hace unos meses, mi hermano Jorge, casi de mí misma edad, me recordó que en este año 2020 se cumplirían 50 años de nuestro primer trabajo. Se dice rápido... ¡cuántas cosas!

Empecé a trabajar en noviembre de 1970 en la Escuela Provincial de Arte de Camagüey a donde me enviaron a cumplir mis tres años de Servicio Social con un primer sueldo: 132,15 pesos (la mitad de uno normalito de la época)

Me vinieron a la mente mis primeros compañeros de trabajo: Alfonso López (EPD), Ramón Cancio, Efraín Amador, Amalia Marín, Raimundo Orozco, Jose Villa, Danilo Hernández y Evelio Lecour (estos últimos A. Plásticas). Los profesores Humberto “Nené” Zaldívar: trompeta y director de la Escuela de Música; Nelson Betancourt: trompeta; Nelson Florat: trombón; Rafael Cos: percusión; Alfonso Morán: clarinete; Martínez: clarinete y saxofón; Pedro Luis: trompa; Manuel Wambrú: flauta; Gabino: oboe, Orta: solfeo y el viejo Licea: portero. Además, los trabajadores de la escuela: Juventino el director, Rodolfo: jefe de internado, La China: Cocinera; Mario: Cocinero. No me gustaría olvidar a nadie

También me acordé de cuando me mandaron a pelar y cortarme la barba porque mis alumnos del internado me imitaban; de cuando me quedé sin zapatos y estuve un mes con unos prestados; de la escasez de cigarros; de mi primera aula con un cacho de batería Trowa y unos timpani coreanos rotatorios de hierro ¡casi hechos a mandarriazos!; mis viajes a Santiago de Cuba en el Il 14 soviético, y ¡cómo no! de mi primer y malogrado gran amor, Conchita, etc.

También recordé a muchos de los primeros alumnos ¡que me sufrieron!, algunos de los cuales hoy son grandes músicos.

Pero tengo algunos grandes recuerdos: Mis compañeros y colegas, el entrañable Rafael Cos y Carlos de La Fuente. Este último, junto a su esposa Doris, me acogieron en su casa casi cada domingo.

También de Alfredito, fundador del Lágrimas Negras, del Casino, del estadio de béisbol “Cándido González”, en fin.

Y también quiero acordarme de alguien muy especial para mí: el maestro Jorge Luis Betancourt que me brindó la oportunidad de tocar en su incipiente Orquesta Sinfónica de Camagüey. Recuerdo como la construyó casi desde cero, con pocos recursos, con su sabiduría y tesón.

Una pequeña anécdota para terminar:

Comíamos muy bien, pero vivíamos muy mal, alojados en un sitio con mucha humedad y a punto de derrumbe. Protestamos. Entonces un día, mientras echábamos una siesta en nuestras literas, en paños menores, recibimos una visita sin aviso previo: ¡el mismísimo ministro de Educación Belarmino Castilla acompañado por el “celebérrimo” (para algunos, el mismísimo diablo) Mario Hidalgo!, director de la ENA y autoridades de la escuela. Nos saludaron, miraron todo, se despidieron y en los 2 años que estuve allí, nada cambió. ¡Ja Ja Ja!

Después de 50 años: ¡Gracias por todo, Camagüey!


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