DE FÚTBOL.
De entre todas las cosas que me gustan hacer en mi vida de jubilado activo: leer, ver películas y documentales, pasear, escuchar música, enseñar, ir al gimnasio, quedar con amigos, cocinar, comer, beber, estudiar Literatura, Ajedrez, Música (sigo estudiando), etc., también está ver, solito, el fútbol en la TV de mi casa. Y en esto del fútbol me gusta disfrutar del arte de los grandes jugadores, sus maravillosas jugadas, las combinaciones más espectaculares, las estrategias y tácticas que emplean los entrenadores. Sigo a mis equipos favoritos y también me maravillo por el oficio conque juegan y se defienden los equipos con menos recursos.
Y cómo no, involuntariamente me convierto en entrenador virtual, haciéndome a la idea de que, después de años de ver fútbol lo conozco todo sobre él y además, que sé por qué sí y por qué no, si los jugadores, entrenadores y equipos juegan bien o mal, intercambiando soluciones imaginarias con mi hijo a través del WhatsApp sobre qué haría yo como entrenador en tales o mas cuales circunstancias. Y lo mejor de todo es que yo, el engreído sabelotodo, jamás en mi vida he tenido un balón entre mis pies…
¿O sí?...
Pues sí. Hoy al despertar, todavía en cama, me acordé de la única vez en mi vida de casi 73 años, que jugué al fútbol.
Fue en el internado de la ENA (Escuela Nacional de Arte de Las Habana), cuando apenas tenía 13 o 14 años. Resulta ser que a Luís, el legendario viejo conserje, al cual todos los coleguitas de estudio de entonces aún hoy seguimos recordando con mucho cariño, se le ocurrió hacer un equipo de fútbol de niños y planificó un primer partido nada más y nada menos que contra un equipo infantil de un orfanato cercano, debidamente organizado y entrenado. Mi hermano Jorge y yo, los Valcarcitos, nos apuntamos y como éramos gorditos y lentos, nuestro querido Luís nos puso en la defensa. Quiero decirles que en nuestra vida nunca habíamos jugado al fútbol y solo malamente al béisbol. O sea, no teníamos la más mínima idea de qué hacer; solo sabíamos que no debíamos permitir que la pelota entrara en nuestra portería.
Pues bien, el partido, creo recordar, solo se desarrolló en un tiempo. ¡Aquellos niños, más pequeños que nosotros, nos dieron una soberana paliza de 21 – 0! La pelota, creo (y estoy seguro), que no la tocamos ni una sola vez. Los defensores, los Valcarcitos, fueron un coladero. ¡Y nos hubieran podido meter 40 goles, que no nos hubiésemos enterado!
¡Para que ahora yo, sabihondo futbolero, esté calentándome la cabeza y opinando de lo que hay que hacer o no en mi equipo de fútbol favorito! Y eso, sin que me paguen nada.
Saludos, Marcos.
De entre todas las cosas que me gustan hacer en mi vida de jubilado activo: leer, ver películas y documentales, pasear, escuchar música, enseñar, ir al gimnasio, quedar con amigos, cocinar, comer, beber, estudiar Literatura, Ajedrez, Música (sigo estudiando), etc., también está ver, solito, el fútbol en la TV de mi casa. Y en esto del fútbol me gusta disfrutar del arte de los grandes jugadores, sus maravillosas jugadas, las combinaciones más espectaculares, las estrategias y tácticas que emplean los entrenadores. Sigo a mis equipos favoritos y también me maravillo por el oficio conque juegan y se defienden los equipos con menos recursos.
Y cómo no, involuntariamente me convierto en entrenador virtual, haciéndome a la idea de que, después de años de ver fútbol lo conozco todo sobre él y además, que sé por qué sí y por qué no, si los jugadores, entrenadores y equipos juegan bien o mal, intercambiando soluciones imaginarias con mi hijo a través del WhatsApp sobre qué haría yo como entrenador en tales o mas cuales circunstancias. Y lo mejor de todo es que yo, el engreído sabelotodo, jamás en mi vida he tenido un balón entre mis pies…
¿O sí?...
Pues sí. Hoy al despertar, todavía en cama, me acordé de la única vez en mi vida de casi 73 años, que jugué al fútbol.
Fue en el internado de la ENA (Escuela Nacional de Arte de Las Habana), cuando apenas tenía 13 o 14 años. Resulta ser que a Luís, el legendario viejo conserje, al cual todos los coleguitas de estudio de entonces aún hoy seguimos recordando con mucho cariño, se le ocurrió hacer un equipo de fútbol de niños y planificó un primer partido nada más y nada menos que contra un equipo infantil de un orfanato cercano, debidamente organizado y entrenado. Mi hermano Jorge y yo, los Valcarcitos, nos apuntamos y como éramos gorditos y lentos, nuestro querido Luís nos puso en la defensa. Quiero decirles que en nuestra vida nunca habíamos jugado al fútbol y solo malamente al béisbol. O sea, no teníamos la más mínima idea de qué hacer; solo sabíamos que no debíamos permitir que la pelota entrara en nuestra portería.
Pues bien, el partido, creo recordar, solo se desarrolló en un tiempo. ¡Aquellos niños, más pequeños que nosotros, nos dieron una soberana paliza de 21 – 0! La pelota, creo (y estoy seguro), que no la tocamos ni una sola vez. Los defensores, los Valcarcitos, fueron un coladero. ¡Y nos hubieran podido meter 40 goles, que no nos hubiésemos enterado!
¡Para que ahora yo, sabihondo futbolero, esté calentándome la cabeza y opinando de lo que hay que hacer o no en mi equipo de fútbol favorito! Y eso, sin que me paguen nada.
Saludos, Marcos.
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