Caminando, pensando, reflexionando…
Una vez tuve el inmenso honor
de almorzar junto al gran pianista y jazzista Tete Montoliu y su esposa.
Creo que fue en noviembre de 1996 en ocasión de su visita a la escuela en que
yo trabajaba en Vigo y cuyo director Felipe Estévez me invitó a compartir.
Durante la
comida yo estuve muy emocionado y muy atento a todo lo que el maestro hablaba;
todo interesantísimo. Entonces nuestro director, el anfitrión, le comentó la
intención de crear una academia de Jazz asociada a nuestra institución,
que llevara el nombre de TETE MONTOLIU. La respuesta del maestro Tete
fue, que en su opinión, el Jazz no se enseñaba en academias, sino que se
aprendía o no. Yo entonces no entendí su comentario ante la evidencia de la
existencia de innumerables escuelas en el mundo dedicadas a la enseñanza del
Jazz y otras músicas populares universales. Además, Tete comentó que había
estudiado el piano a través de los clásicos. O sea, pensé, la técnica es la de
siempre y después vienen las distintas formas de empleo, de decir, a través de
la música. Nos contó también, jocosamente, que él aprendió Jazz escuchando su
música y practicando la improvisación jazzística en medio de sus estudios académicos
caseros, cuando no era observado por su padre.
Esa noche
nos deleitó con un fenomenal y espectacular concierto a piano solo, de más de
una hora y media en el ahora Teatro Afundación de Vigo. Es una lástima
que no lo hubiésemos podido grabar. Quizás fue uno de sus últimos conciertos.
Ya estaba gravemente enfermo y falleció algunos meses más tarde.
Y pensando… pensando, llegué a
la conclusión que lo que quizás el maestro quiso decir aquel día en la comida
fue que el jazz “que no se aprende en academias”, se aprehende
con “h”, en las vivencias prácticas de la improvisación musical y jazzística.
Pero yo
creo, soy de la opinión, salvando las inmensas distancias con el maestro Tete,
que las academias siempre nos ofrecen ese empujoncito, esa experiencia
de otros, y nos acortan el camino hacia la búsqueda de la propia verdad. No
todos tienen el talento suficiente para apropiarse de los conocimientos autodidacticamente,
ni tampoco se trata de que todos sean unos genios musicales, como fue el caso de Tete
Montoliu y otros, sino de tener acceso al disfrute de la música, tanto como
intérpretes o como diletantes.
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