lunes, 8 de septiembre de 2025

 



Caminando, pensando, reflexionando…


            Una vez tuve el inmenso honor de almorzar junto al gran pianista y jazzista Tete Montoliu y su esposa. Creo que fue en noviembre de 1996 en ocasión de su visita a la escuela en que yo trabajaba en Vigo y cuyo director Felipe Estévez me invitó a compartir.

            Durante la comida yo estuve muy emocionado y muy atento a todo lo que el maestro hablaba; todo interesantísimo. Entonces nuestro director, el anfitrión, le comentó la intención de crear una academia de Jazz asociada a nuestra institución, que llevara el nombre de TETE MONTOLIU. La respuesta del maestro Tete fue, que en su opinión, el Jazz no se enseñaba en academias, sino que se aprendía o no. Yo entonces no entendí su comentario ante la evidencia de la existencia de innumerables escuelas en el mundo dedicadas a la enseñanza del Jazz y otras músicas populares universales. Además, Tete comentó que había estudiado el piano a través de los clásicos. O sea, pensé, la técnica es la de siempre y después vienen las distintas formas de empleo, de decir, a través de la música. Nos contó también, jocosamente, que él aprendió Jazz escuchando su música y practicando la improvisación jazzística en medio de sus estudios académicos caseros, cuando no era observado por su padre.

            Esa noche nos deleitó con un fenomenal y espectacular concierto a piano solo, de más de una hora y media en el ahora Teatro Afundación de Vigo. Es una lástima que no lo hubiésemos podido grabar. Quizás fue uno de sus últimos conciertos. Ya estaba gravemente enfermo y falleció algunos meses más tarde.


            Y pensando… pensando, llegué a la conclusión que lo que quizás el maestro quiso decir aquel día en la comida fue que el jazz “que no se aprende en academias”, se aprehende con “h”, en las vivencias prácticas de la improvisación musical y jazzística.

            Pero yo creo, soy de la opinión, salvando las inmensas distancias con el maestro Tete, que las academias siempre nos ofrecen ese empujoncito, esa experiencia de otros, y nos acortan el camino hacia la búsqueda de la propia verdad. No todos tienen el talento suficiente para apropiarse de los conocimientos autodidacticamente, ni tampoco se trata de que todos sean unos genios musicales, como fue el caso de Tete Montoliu y otros, sino de tener acceso al disfrute de la música, tanto como intérpretes o como diletantes.


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