El Señor X.
A cada rato recuerdo al Sr.
X., nuestro vecino del barrio en que vivíamos en La Habana. Este Sr. viudo,
estaba tratando de enamorar a mi mamá, que para la fecha ya estaba divorciada. El
Sr. X. se aparecía casi todos los días a la tarde en nuestro apartamento.
Siempre venía muy arreglado y planchado, como decimos en Cuba, y mi mamá lo
recibía y lo atendía más por pena que por interés y no le “daba bola” porque no
le gustaba. Pero le hacía pasar al portal del jardín y ahí él se quedaba casi
todo el tiempo sentado en un sillón con la esperanza de que mi mamá viniera a
conversar y le diera una oportunidad. Pero mi mamá, nada de nada. Solo le
brindaba café y le respondía con frases huidizas y cortas y lo dejaba sólo en
el portal. Pero el Sr. era muy correcto y buena gente, a mí me daba mucha pena con él y a
veces yo me acercaba a conversar un rato porque me parecía un hombre de calle, de mundo del cual podía aprender mucho.
Un día de esos, el Sr. X., que
era un hombre mayor, que había conocido la vida capitalista antes de la Revolución del 59, me
preguntó sobre qué yo esperaba hacer con mi vida. En aquel entonces yo era un
joven con conciencia social forjada en ideales altruistas inculcados por la
época que me tocó vivir. O sea, yo era un “revolucionario comunista” a mi manera,
sin carnet ni militancia. Por eso yo le contesté que lo que más me interesaba
era mi realización personal como persona y artista; que hacer dinero no era mi
principal preocupación. El me miró, se puso serio y me dijo:
– ¡Aaaah! No, no…Tú estás jodido; tú
estás comiendo mierda. En este mundo tienes que pensar en hacer un poco de fortuna.
Con los ideales no vas a llegar a ninguna parte. Ya sé que el dinero no lo es
todo, pero es muy necesario. Si no lo tienes, olvídate de los ideales…
Yo, que siempre fui muy
respetuoso con los mayores, no le contesté nada. Simplemente, dada mi “conciencia
revolucionaria y comunista”, pensé que, con nobleza, espíritu de sacrificio y
entrega a mis ideales y a la humanidad, conseguiría todo.
Y sí, a mi edad estoy
satisfecho de muchas cosas de mi vida, pero … ¡ME DIERON PALOS POR TODOS LADOS! gracias a mi “conciencia revolucionaria y comunista”; gracias también a mi
nobleza y entrega a mi trabajo y a mis ideales! Y heme aquí, hoy, pobre de mi, con
70 y tantos años, con mi nobleza juvenil intacta, feliz, pero sin nada y completamente
solo. ¿Será que fui y sigo siendo un comemierda? Quizá, quizá... En todo caso la
culpa no es de nadie, es sólo mía.
Hoy, volví a recordar al Sr. X. como en muchas otras ocasiones a lo largo de mi vida. Creo que algo de
razón tenía.
PD: Por cierto, el Sr. X.
nunca consiguió enamorar a mi mamá.
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